BLOG INACTIVO



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sábado, 8 de diciembre de 2012

Inmaculada Concepción de María



Solemnidad de la Concepción Inmaculada de la bienaventurada Virgen María, que, realmente llena de gracia y bendita entre las mujeres, en
previsión del nacimiento y de la muerte salvífica del Hijo de Dios,
desde el mismo primer instante de su Concepción 
fue preservada de toda culpa original, 
por singular privilegio de 
Dios.

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jueves, 24 de mayo de 2012

Misa Solemne en la catedral de Guadalajara, Méjico




Vídeo de la Santa Misa celebrada por el padre John Berg, superior de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro, el pasado 11 de Mayo en la catedral de la ciudad mejicana de Guadalajara.

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lunes, 21 de mayo de 2012

Festival de Verano de Juventutem



La Federación de juventud católica tradicional Juventutem organiza un año mas su encuentro veraniego en Le Puy en Velay (Francia), e invita a jóvenes de entre 17 y 30 años a unirse a sus actividades durante los días 20 a 25 de Agosto.

Para mayor información, visitar la página web de Juventutem:

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viernes, 18 de mayo de 2012

Fiesta de Santa María Josefa


En Bilbao,santa María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra, virgen, que fundó la Congregación de las Hermanas Siervas de Jesús y las formó especialmente para el cuidado de los enfermos y de los pobres.


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sábado, 12 de mayo de 2012

Misa Cantada en Santander

La asociación Una Voce Cantabria extiende una invitación a la Santa Misa (cantada) que se celebrará el próximo 

Miércoles, día 16 de Mayo, a las 20:15
en la cripta de la Catedral de Santander

Participará en la celebración la Schola Gregoriana de Cantabria.

Para más información:

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martes, 27 de marzo de 2012

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE BILBAO 2012

Carlos Amigo Vallejo
Cardenal Arzobispo Emérito de Sevilla

22 de marzo de 2012


Sr. Obispo
Sr. Deán y Presidente y Cabildo de la S.I. Catedral
Autoridades
Sr. Presidente de la Hermandad de Cofradías Penitenciales de la Villa de Bilbao
Abades, Hermanos Mayores  y Cofrades
Hermanos y Hermanas

Estamos a mediados del siglo XVI. Son días de Semana Santa. Hasta esta Santa Iglesia  del Señor Santiago está llegando la Cofradía de la Santa Vera Cruz para venerar al Santísimo Sacramento, según su santa y antigua costumbre. Todo, en esta Cofradía, rezuma austeridad y sencillez, devoción. Un hombre, figurando a Cristo, lleva la cruz sobre sus hombros… Ha comenzado el primer capítulo de la historia de la Semana Santa de la Villa de Bilbao.
La Semana Santa, en Andalucía, es una inmensa manifestación de sentimientos, de imágenes, de música, de un barroco incuestionablemente hermoso, y que se expresa en el adorno, en los pasos y en las expresiones de las imágenes de la Virgen con mil títulos distintos ofrecidos a la Madre de Dios. En Castilla, dominan la austeridad y el silencio, los tonos oscuros y unas imágenes entre dulces y desgarradas, entre la expresión de lo más humano y lo más divino del hijo de Dios. En el Levante, la luz y el colorido lo envuelven todo en una maravillosa música, en la que lo doloroso se convierte en festivo y la devoción y la fe en auténtica manifestación de esperanza. Ya imagen, al estilo salzillesco es toda una agradable sinfonía de elevación entre las cosas más sencillas de cada día y la trascendencia del misterio que se celebra.
¿Y  la Semana Santa de Bilbao? Pues de ella tenemos que hablar, y de su historia y de su futuro, y de lo que ven nuestros ojos y de aquello que se puede imaginar más allá de lo que los sentidos aprecian. Tendremos que recorrer calles y rías y hablar con las gentes. Y saber de sus sentimientos y de su fe. Porque Bilbao no es simplemente la ciudad donde se ha nacido. Es una cultura, una historia, una manera de hacer, unos deseos, una familia, el trabajo de cada jornada y la esperanza de un nuevo día que está siempre por llegar.
Quiso la tradición cisterciense, que un espacio bien dispuesto para la oración fuera aquel que debía estar regado por los ríos de la verdad, de la fortaleza y de la sabiduría. Y la casa ha de estar construida por unas piedras que ofrezcan las caras de la simplicidad, la humildad, la desnudez y la caridad.  Pues todo ha de estar orientado hacia la práctica de la oración. Si hermoso debe ser el templo y profundo el cimiento que lo sustenta, más honda y consistente es la verdad de Cristo y la tradición apostólica, fuente de toda la sabiduría. ¿Cuáles son los ríos y las piedras y los cimientos  que sustentan la Semana Santa de Bilbao?

1. La religiosidad popular
Mucho han cambiado la Villa de Bilbao y las costumbres y los modos de hacer que comenzaron entre las devociones del primer convento franciscano en el barrio de Mirivilla, y la atención a los enfermos del hospital de los Santos Juanes en el barrio de Ibeni. Los tiempos pasan y cambian los modos y las costumbres, pero la fe permanece y del misterio de Jesucristo muerto y resucitado se hace memoria permanente, porque no es recuerdo de tiempos antiguos sino actualidad del amor de Cristo entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación.
El apego a las tradiciones, el sentido de lo popular, los fuertes arraigos familiares, son elementos comunes que se repiten,  El pueblo vive y expresa su fe conforme a su propia idiosincrasia, a su lenguaje, a su forma de ser. La cultura es como el imprescindible vehículo en el cual se expresan las vivencias de los hombres. Pero de ninguna de las maneras se confunde el instrumento con el contenido de la palabra que a través de la voz  se dice, ni la fe con la cultura, ni la religión con el folclore. Aunque la vivencia de lo religioso haya dado motivo y ocasión para expresiones culturales ciertamente respetables y bellas.
Junto a la capilla de la devoción, la Cofradía construía un lugar de caridad para atender a los desvalidos de todo género. Era la tradición y, sobre todo, el Evangelio: el que quiera honrar a Dios que se cuide de sanar las heridas de sus hermanos. Junto al culto, la caridad. Con  la imagen Cristo vivo y sufriente en el enfermo y en el pobre.
En la Semana Santa de Bilbao aparecen unos valores sociales que se manifiestan en la capacidad de apertura y acogida al que llega, invitándole a la participación, gozando con la presencia del forastero y  fomentando acciones en beneficio de los necesitados.

En torno a la imagen del Señor, en la procesión del Borrico, se congregan familias enteras. Los pequeños preguntan sin cesar sobre el Señor y el borriquito, sobre las palmas y la fiesta. La celebración de la Semana Santa es inseparable de la familia. Se recuerda a los que se fueron para siempre y que enseñaron a conocer y a vivir estos días tan inolvidables. Los que están lejos retornan para el encuentro y, si no lo pudieran hacer, el recuerdo y la nostalgia van recorriendo con su cofradía los itinerarios y las emociones de la Semana Santa de su querida y añorada ciudad.
En Semana Santa, el pueblo se autoevangeliza, se hace escuela donde se aprende a ser cristiano. Hace resonar el mensaje en la imagen, en los signos, en los adornos, en las celebraciones litúrgicas. Los mayores se lo cuentan a los niños y hay  trasmisión de la fe
La familia es imprescindible actos en las expresiones de la religiosidad popular. Se desea  tener cerca a la familia. Se recuerda a los que están lejos  -¡lo que disfrutarían  estos días si pudieran estar aquí!-, el recuerdo de los que se fueron para siempre: Mi padre decía… A mi madre le gustaba…

Fuerte arraigo familiar y vinculaciones generacionales que se palpan en la Semana Santa bilbaína. Dimensión festiva de la celebración religiosa que se manifiesta desde el vestido y el adorno hasta en los ritos de los encuentros familiares. Alegría como manifestación del sentido festivo de la celebración  religiosa, de algo heredado, muy vinculado a la ejecutoria familiar y con un generoso e imprescindible bagaje cultural.

Espontaneidad y sensibilidad ante expresiones, signos y sentimientos religiosos. Las manifestaciones exteriores son sinceras, inmediatas, contagiosas, emotivas, y que son como respuesta a los grandes interrogantes de la existencia: la vida,  la muerte,  el amor, el sufrimiento, la alegría…

Bastaría acercarse a algunas de las imágenes de los pasos de la Semana Santa de Bilbao para entender la hondura religiosa de lo que  representan. Con expresiones culturales muy propias y un lenguaje  con su peculiar vocabulario. Con unos  gestos y normas de comportamiento y que definen un estilo característico y propio que manifiesta unas convicciones profundas y creencias mantenidas a lo largo del tiempo.

Las figuras del impresionante paso de Los Azotes parece como si quisieran salirse de la carroza, y correr por las calles de Bilbao denunciando la injusticia que representa el maltrato a un hombre inocente. El paso de La Oración del Huerto, con la profunda serenidad de unas imágenes casi en contemplación meditativa. El Prendimiento, que escenifica esa avalancha   incontenible lanzándose contra el  Señor.

Como no podía ser de otra manera, la Semana Santa de Bilbao es un hermoso escaparate de los mejores  valores de la  fe y las virtudes auténticamente cristianas: el sentido de Dios, su  paternidad,  su providencia y misericordia, el  perdón y el amor… Cristo es el hijo de Dios, el Redentor, el  hombre bueno, sufriente y maltratado.

Y la presencia de la Madre. San Juan anuncia la llegada de María. Nuestra Señora de la Soledad que, bajo el palio, es un prodigio de ternura, de  sentimiento y de dolor. La Virgen de los Dolores, con expresión clásica de un corazón crucificado y de un amor lleno de sentimiento. La Piedad, donde se funde, como si de una sola imagen se tratara, la cruz, la Madre y el Hijo muerto, y todo ello sobre un monte de flores, homenaje al dolor redentor de Cristo y al amor de la Madre por su Hijo. El Encuentro,  con ese beso de la Madre a la mano de su Hijo. ¡Mirad si hay  dolor como nuestro dolor y amor como nuestro amor!

Al nombre María se congrega el pueblo. Es la madre de Dios a la que se ofrece una  devoción sincera en expresiones muy hermosas y variadas:   Esperanza, Dolores, Piedad, Amargura, Soledad, Caridad… Y, en fin, la Madre de Dios de Begoña.

Todo es dolor, pero con el Señor de la  cruz a cuestas, con ese Nazareno que quiere correr hacia el encuentro con la muerte, se puede estar seguro de vivir  la antesala de la resurrección. Es que la Semana Santa se ha de vivir con un gran sentido pascual. Es memoria de la Pascua, de la resurrección. La  comunidad, reconciliada con Dios, celebra la fiesta y proclama su fe en el Resucitado y gozosa de  pertenecer a la Iglesia. Se escucha la palabra, se celebran los sacramentos, se practica la caridad, pues así lo quiere para los suyos el Señor, que dio ejemplo de vida, murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos.

A los cristianos, unos nos piden que hagamos milagros portentosos, otros que resolvamos todos los problema, sin darse cuenta que nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para unos y  necedad para otros, pero para nosotros es fuerza y sabiduría de Dios (1Cor 1, 24-24). Esto es lo que nos va diciendo, con impresionante dramatismo, la imagen del  Cristo de la Villa en la procesión del Santo Entierro.

La caridad cristiana  está siempre presente en la religiosidad popular. Ofrendas individuales y obras asistenciales. En la mejor tradición de las cofradías,  junto  la capilla, el hospital, el centro de acogida y de ayuda.

El paso de la  Coronación de Espinas transmite la hondura de la dignidad de un hombre coronado de las espinas del amor a sus hijos. La Última Cena, que es reunión  de familia en la que el padre reparte a sus hijos, no tanto el pan que hay sobre la mesa, sino ese inmenso amor que le lleva a quedarse él mismo y para siempre con ellos en la Eucaristía. El Descendimiento, misterio coral de unas imágenes transidas por el dolor, pero haciendo obligación  la práctica de la caridad de enterrar a los muertos. Y Nuestra Señora de la Caridad y el Cristo de la Humildad. Siempre unidos el amor  y la sencillez humilde del saber dar guardando la dignidad de aquel que lo recibe. La caridad no hace ruido. De los pobres no se presume, simplemente se les sirve con el amor de Jesucristo.

En las manifestaciones religiosas de la Semana Santa hay que aceptar el hecho, la extensión, la participación multitudinaria, la sinceridad de muchos, la actitud disculpable de otros, y la posibilidad de que Dios hable a todos. Es verdad que se puede distorsionar ese lenguaje tan propio de las imágenes de Semana Santa.  Habrá, pues, que estar atento y no cansarse de ayudar a descubrir la autenticidad del misterio en el que se cree. Valores humanos y sociales, pero sobre todo incuestionablemente religiosos y cristianos, aunque sentidos y vividos en una identificación con las propias raíces religiosas y culturales, pero que nunca pueden reducirse a un simple fenómeno cultural o social.
Benedicto XVI ha dicho que la religiosidad popular es un espacio de encuentro con Jesucristo y una forma de expresar la fe de la Iglesia. No es algo secundario de la vida cristiana. Propicia un fructífero encuentro con Dios, con Jesucristo, con la Virgen, con la Iglesia… Comunica la fe, acerca a los fieles a los sacramentos, fortalece los lazos de amistad y de unión familiar y comunitaria,  incrementa la  caridad. “La fe tiene que ser la fuente principal de la piedad popular, para que ésta no se reduzca a una simple expresión cultural de una determinada región. Más aún, tiene que estar en estrecha relación con la sagrada Liturgia, la cual no puede ser sustituida por ninguna otra expresión religiosa”.  En la piedad popular se reafirma la que el pueblo  siente por Jesucristo, en quien encuentra la manifestación de la cercanía de Dios, de su compasión y misericordia (A la Comisión Pontificia para América Latina, 8-4-11).

2. La Semana Santa

La Semana Santa no puede reducirse a una hermosa manifestación exterior de imágenes y desfiles procesionales. Tampoco ha de quedarse en la intimidad de un recuerdo, sin que haya una participación activa en unión con la comunidad de fe que celebra la  resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
La Semana Santa nos trae la memoria de las grandes acciones redentoras del Señor. Es como una cátedra en la que se aprenden lecciones inolvidables de entrega, generosidad, sacrificio, esperanza, superación del dolor, resurrección para después de la muerte. Por eso, hay que estar muy atentos para que ni la fiesta se lleve el contenido de la fe, ni la representación de lo  extraordinario y sublime quede en el cuidado y disposición de las cosas para que todo sea hermoso y llamativo.
Contemplamos  el paso de las Tres Cruces, con la representación del corazón misericordioso Jesucristo herido por una lanza y lleno de misericordia y de gozo, pues el  pecador se ha arrepentido. Es el misterio de la cruz que queremos vivir y manifestar a los demás.
Como decían los obispos de las diócesis vascas, “El misterio Pascual del Señor torna la herida en curación, el sufrimiento en gozo, la muerte en vida. De la herida abierta de Jesús muerto en la cruz brota el agua y la sangre, la fuente de la vida, el surtidor de agua viva que salta hasta la vida eterna. De la profundidad del sepulcro surge el anuncio luminoso de la resurrección y se realiza el inicio de la nueva creación. Sus heridas asumieron las nuestras y de ellas, en Cristo, renace una nueva vida llena de vigor y de esperanza” (Homilía. Encuentro oracional por la paz y la reconciliación, 25-2-12).
El Cristo de Medinaceli, antigua devoción que llena de devota actualidad las calles de Bilbao, habla del  cautivo rescatado, del pecado vencido. Igual que la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno va pregonando que, por mucha que sea la esclavitud del pecado, siempre quedará la generosidad de la misericordia para pagar los más altos rescates,
Como tan acertadamente dicen vuestros obispos: “Con Cristo es posible que el leño viejo y seco pueda reverdecer. Se nos ofrece la posibilidad de que el odio, la violencia y la división sean vencidos por el amor, el perdón y la reconciliación. Necesitamos ver esas manos y ese costado para emprender con decisión el camino de la reconciliación”  (Homilía. Ib.).
El autonominado “creyente y no practicante" es especie tópica para la evasión y propio de  cierto esnobismo retro. Es compañero del ritualismo, que cambia de lugar las palabras para ser rezador sin fe. Uno y otro coinciden en lo presuntuoso y vano. Se practica, pero no se cree. Un ritualismo y religiosidad de salón que es más adorno que vida, más oficio social que vivencia religiosa comprometida.
Queda el testimonio. Es decir, que la fe se vea en obras y en palabras, en la intimidad y en la vida con  la Iglesia, con la comunidad cristiana a la que se pertenece. En algún momento, se tenía  la  impresión de que los cristianos habían desaparecido de repente, pues apenas se veía algún testimonio público de estar en la Iglesia y con la Iglesia. Se habían vuelto a las catacumbas y tenían miedo a salir a la calle, no para imponer nada a nadie, sino para ofrecer  la luz de la verdad que profesan. 
Cristo Atado a la Columna. La soledad sin más apoyo que la fría piedra del dolor. Padre Jesús de Pasión, el Señor cautivo, atadas las manos pero libre el rostro para expresar la ternura de un amor inmenso. El Santísimo Cristo del Perdón, que expresa la pobreza de un hombre desposeído de todo, menos de la misericordia y del poder de perdonar los pecados. ¡Ecce Homo! Cristo humillado, pero como  Hijo fiel a la voluntad de Dios Padre.
En el cristiano, lo privado no tiene más remedio que vivirse también en lo público, en el trabajo, en la oficina, en la familia, en el foro de opinión, en la charla con el vecino... Es que no puede menos que ofrecerse lo que se tiene, no con orgullo de poseedor de algo propio, sino como obligación de poner, sobre la gran mesa de la ciudad, lo que a cada uno se le ha dado, y hacer  que alumbre a todos los que tienen derecho a la luz.
Se habla del síndrome de Jonás. Ya que el profeta, al que se tragó la ballena, hizo lo imposible por librarse de la obligación a la que Dios le llamaba. Al final, Dios se salió con la suya. Pues bien, en no pocas ocasiones se aprecia como cierto reparo en el creyente a hablar de Dios y hasta de aparecer como cristiano.
Será bueno huir de la autoflagelación y del síndrome de Jonás y aceptar la misión de ser cristiano hoy y entre las gentes de ahora. Sin orgullo, pero con la serenidad y el gozo de haber conocido a Cristo. Y de poder ofrecer, si llega el momento, la otra mejilla. Sin falsos altruismos y sin pretender sublimar nada, pero huyendo de actitudes vergonzantes. La verdad hace a los hombres libres. Y la fidelidad, héroes.
)Creer en Dios es asunto privado?  Se dice que corren malos tiempos para la religión. Es esta una muletilla a la  que estamos acostumbrados.  Más ha de preocupar la indiferencia que la agresividad a lo religioso. El indiferente ha perdido el horizonte. Ni vive ni espera y considera lo religioso poco menos que un reducto de épocas menos lúcidas y ya acabadas.
El Cristo Yacente ofrece, con la serenidad de una muerte que está ya golpeando las puertas de una vida resucitada. Siempre Nuestro Padre Jesús del Amor. Es que en la resurrección ha triunfado el amor del Padre a  su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte.  Y María Santísima de la Esperanza anunciará  aquello que llevaba desde siempre en su convencimiento más profundo: su hijo está vivo, ha resucitado. Se ha cumplido la Escritura
Entre un profundo silencio y el seguimiento de las estaciones del Vía crucis nos hemos reunido al pie de las Calzadas de Mallona para emprender la subida hasta el santuario de la Madre de Dios de  de Begoña. Al llegar a la casa de la Madre de Bizkaia, más que pedirle gracia alguna, nos hemos puesto a su lado para vivir con sus mismos sentimientos de soledad, piedad, amargura, dolores, caridad y esperanza todos y cada uno de los días de esta Semana Santa.
Están a punto de abrirse las puertas de la Semana Santa de Bilbao. La tradición se unirá al mejor deseo para un tiempo futuro, pero la actualidad traerá al altar de nuestros templos el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo. Después, los cristianos querrán llevar a la calle lo que han celebrado en el altar, pues quieren compartir con todos, sin imponer nada a nadie, el amor y la esperanza que han recibido de Cristo. Sin participar en el misterio del  altar no es posible la celebración; sin haber estado antes en el templo, no procede salir a la calle, pues solamente podemos ofrecer públicamente aquello que con auténtica fe celebramos... 
Termino este anuncio de la Semana Santa de Bilbao con las mismas palabras de vuestros obispos: “Sintámonos nuevamente enviados por el Señor a ser ministros de reconciliación, constructores de paz. El Espíritu Santo sigue derramando sus dones para que germine entre nosotros la paz como don de Dios, que requiere a su vez nuestro esfuerzo y colaboración. Que el Señor nos fortalezca y María nuestra Madre nos acompañe en esta hermosa y necesaria tarea. Como nos anunció el Señor resucitado: ¡Que la paz esté siempre con nosotros!
En esta esperanza se están  abriendo las puertas, un año más, de este grandioso templo que es la Semana Santa: La Semana Santa de la Villa de Bilbao.


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